02 agosto 2008

Beta-Opinión de La Soga (1948), de Alfred Hitchcock


Hace años, muchos años, las películas se sustentaban más en el trasfondo argumentativo, en el guión, en detrimento de la fuerza visual de los fotogramas, de los efectos especiales o de distinta parafernalia que podemos ver hoy en nuestras salas de cine. Un ejemplo claro de esta cualidad, es La Soga (Rope-1948), de Alfred Hitchock, una cinta de fuertes argumentos y arraigada estructura narrativa. Ya desde un principio podemos ver qué nos enseña o de qué va a ir esta cinta de suspense, dondo dos universitarios deciden demostrar que son una raza superior, que se encuentran en un escalón mayor al de resto de mortales y la mejor manera de probarlo es asesinando a un compañero suyo, a un amigo, sin que nadie pudiera saber qué es lo que han hecho, cómo lo han hecho o apreciar detalles sobre el mismo. Pero el término de exageración y sadismo llega a límites insospechados cuando tenían planeado celebrar una fiesta en conmemoración de su "obra".

Muchos límites corrió Hitchcock a la hora de filmar esta obra maestra. En primer lugar, realizaron tomas que ocupaban el máximo de tiempo que la cámara del estudio podía grabar, en torno a los 8-9 minutos, es decir, las escenas eran bastante largas y los actores asumían dicho riesgo de manera más que loable. En segundo término, el estudio era solamente el piso de New York donde sucede todo, un solo estudio donde todo ocurría, todo sucedía en el mismo lugar, desde ese principio del asesinato a todos los tejemanejes de los dos asesinos y de las pesquisas del abrumador James Stewart. Y por último, fue la primera película de Hitchcok donde utilizó el color.

Pero creo que lo más importante, además de esa ideología que trata el director sobre lo de la raza superior, es la analogía con la película que años después, sería una de las más grandes obras maestras que ha dado el mundo del celuloide, La Ventana Indiscreta (Rear Window-1954). Al igual que en dicho largometraje, James Stewart en La Soga, interpretando a Rupert Cadell, un inquieto e inteligente editor, realiza preguntas quisquillosas, pesquisas maravillosas y examina los nerviosismos de esos dos asesinos, viendo sus actuaciones y la manera de comportarse ante algunas situaciones más que comprometidas. Pienso que el paralelismo con la película del 54 es muy obvia, pues dicho protagonista (L. B. Jeffries) indaga de la misma manera a su vecino de enfrente, realizando otro ejercicio distinto, pero no deja ser en esencia, exactamente lo mismo. Tiene algunas lagunas como por ejemplo, el principio de la película, en los primeros minutos... Si tenían las ventanas echadas, todo estaba oscuro, el asesinado ¿cómo es que no se dio cuenta siendo de día, las ventanas estaban echadas y todo estaba oscuro? ¿Qué es lo que hacen tres tíos metidos en una habitación oscura siendo de día? Eso no se explica bien y es muy poco creíble.

Película obligada para todo amante del cine, para todo amante de Hitchcock, para todo amante del suspense, para todo amante del thriller, en fin... para todo amante de lo bueno, de lo auténtico y verdadero, para todo amante de lo narrativo en detrimento de la parafernalia ostentosa y aparatosa.



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