22 septiembre 2008

Midnight Meat Train, de Ryuhei Kitamura



El cine de terror actual tiene una serie de problemas o tópicos que se mantienen. Y creo que se debería de dar una solución al respecto. Todas estas producciones suelen apoyarse solamente en su faceta visual. Ya lo he comentado otras veces y un ejemplo claro lo tenemos en The Evil Dead, de Reimi, pero habría que dejar ciertas analogías con esa excelsa cinta de terror y evolucionar de una vez. Todas estas películas de dicho corte, se sustentan y juegan con las imágenes, el impacto visual de ciertas escenas para recrear ese terror que en ocasiones se hace efectivo. Todo esto viene a colación de la última película del director japonés Ryuhei Kitamura, Midnight Meat Train. Desconozco si van a llegar a los cines españoles o no, aunque viendo lo que tardan algunos proyectos, véase Wolf Creek, pues qué más queremos. En esta ocasión nos encontramos con un psicópata que destroza, asesina y mutila a los viajantes que cogen el metro en horario nocturno sin ninguna piedad y la obsesión de un fotógrafo con saber más allá de lógico y entendible, aún a sabiendas de traspasar el límite de su seguridad. En el plano técnico, muy pocos inconvenientes podemos destacar, tan solo el abuso desmedido de efectos especiales realizados por ordenador en una cinta de estas características, se echa de menos algo más de casquería de la buena. 

Me gustaría excederme un poquito más en las labores de dirección que Kitamura ejerce en esta película. Es digna de elogio, más cuando nos damos cuenta de ciertos detalles que hacía tiempo no recordaba en una película de terror y tengo que irme una vez más a Evil Dead. Evil Dead representaba el miedo y el terror en un plano subjetivo, en primera persona, como si sus ojos fueran nuestros ojos, todo lo que veía esa representación de lo maligno, nosotros también lo observábamos, y en esta cinta de terror también lo realiza, no de la misma manera, pero sí que hace como un “amago” de homenaje, aunque no sería el término adecuado para definirlo. Existen escenas de la película, donde nos muestra en primera persona el terror que está teniendo la víctima, cómo se acerca el carnicero y a través de los ojos de la víctima lo vemos todo, como si el psicópata nos estuviera asesinando a nosotros mismos y eso, quiera que no, crea un ambiente de claustrofobia y miedo que pocas veces se ha visto en película alguna, no que yo recuerde ahora mismo. Pero no solamente realiza dichas tomas subjetivas, sino que también cuando existen momentos de suspense, silencios y demás, a lo mejor la cámara va más lenta y toma posiciones elevadas, viendo qué es lo que están haciendo los personajes en ese momento, desde esa posición tan alta o como en una escena de acción, se van alternando tomas desde dentro del vagón del metro con escenas desde el exterior, viendo lo que ocurre a través de las ventanillas. En ningún momento de la película se crea desconcierto por saber cómo ha matado a tal víctima o qué es lo que sucedía en pantalla, y señores, esto es muy difícil de conseguir en un proyecto de este tipo.

Lo que no queda nada claro amén de resultar poco creíble e incomprensible es el argumento. No puede ser que toda la historia te la “resuelvan” al final de la película, además contado en muy poco tiempo, con lo que otorga cierto nivel de ridículo todo el trasfondo por el cual dicho psicópata realiza tales actos y demás. No, no resulta creíble para nada sin olvidarnos de los tópicos que no se despegan de ella en todo el tiempo de visionado. Una lástima porque de no haber sido así, nos hubiéramos encontrado con una obra a tener muy en cuenta.


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