02 mayo 2012

Quid Pro Quo: El Silencio de los Corderos

Tenía que escribir algo de la saga de Hannibal Lecter. Es increíble la cantidad de veces que he revisionado sus películas y creo que seguiré viéndolas una y otra vez; dejaré para otro momento el tema de las novelas de Thomas Harris porque hay cambios sustanciales si lo comparamos a los proyectos cinematográficos.


Uno de los puntos más importantes de las películas basadas en el genial personaje caníbal, sobre todo la cinta de Jonathan Demme, El Silencio de los Corderos (The Silence of the Lamb) es la imperante necesidad del D. Lecter por querer saber cosas, desenmascarar todos los resquicios de los hechos, ir más allá de lo que haría cualquier otro mortal-su relevancia intelectual así lo corrobora-. La afición por el buen gusto y la repulsión por la grosería alguno de sus estandartes más reseñables. Él no solamente da importancia al mensaje y al contenido en sí, el porqué se hacen las cosas, sino también al cómo se llevan a cabo, con qué forma, de qué manera-y ahí entraría de nuevo el buen gusto, la grosería, la elegancia, etc.-.

Constantemente Hannibal, aún teniendo problemas claros en su personalidad, también adolece de cierta elegancia en las formas, queriendo ayudar a la agente especial Clarice Starling. No sólo apunta pilares importantísimos de comportamiento-tiene narices el asunto-, sino que establece cómo se debe afrontar el estudio analítico del perfil de un psicópata y esos destellos se los muestra a una novata, a una estudiante que acaba de empezar en el difícil mundo de la investigación.

Destacar la confrontación de personalidades de Hannibal que se desarrolla o se manifiesta durante toda la saga. Por un lado tenemos el lado psicótico del personaje, el perverso caníbal, el asesino visceral y crucial y por otro la sensación de que a pesar de todo lo malvado en algunos gestos y actuaciones, nos encontramos con elementos de caballerosidad, empatía con Clarice, sin olvidarnos de su obsesión por el otro asesino, alguien que tiene puntos en común con él. Es un claro choque continuo en su interior.

La película se sostiene además de en todo lo anterior, en la excelente manera de llegar a límites insospechados la connotación del thriller como elemento más destacado y en la base otorgada por la otra gran protagonista de la película, Clarice Starling, interpretada por una maravillosa Jodie Foster. La agente especial Starling es una chica brillante, inteligente y perspicaz, capaz de vislumbrar perfectamente cómo se van desarrollando los hechos, enfundada en una imagen claramente clásica donde la soledad en torno al personaje raya el nivel más alto que podamos pensar. Lo importante además de estar rodeada en un ambiente de hombres, sino solamente tenemos que fijarnos en cómo va vestida o en detalles narrativos del filme, en cómo la tratan o cómo tiene que ser tratada para ir por unos derroteros determinados. Además de todo lo anterior, lo más importante es su relación con Hannibal, ese llamado quid pro quo, esa simbiosis casi perfecta para llevar a buen puerto el caso, en un retahíla de dimes y diretes excelso y maravilloso.

No recuerdo papeles en otros proyectos donde Hopkins y Foster hayan rayado tan a buen nivel como en El Silencio de los Corderos. Eso demuestra la calidad de este increíble y fabuloso thriller.

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