13 agosto 2009

Aunque las calores aprieten, las ganas por comer la superan

Es así, y puede que suene muy contradictorio o que tenga un cierto nivel de "quejismo" chorra e inmundo, pero es que es totalmente cierto, que las ganas de ir a un sitio, no encontrar una mesa en la terraza y tener que conformarte con comer algo dentro, con las lógicas ideas de no desplazarte y buscar otro lugar para comer, pueden con uno, pueden con los límites de aguante de un ser humano hambriento, que no tiene ganas más de moverse, ni de buscar ni de absolutamente nada, solamente conseguir el disfrute de ese tiempo.

Pero la noche, en vez de ser disfrute fue un verdadero infierno, y cojan este término en el sentido literal. Mi amigo Ramón, sí, ese que también es coautor de este blog pero que no participa absolutamente nada, oh bueno, absolutamente no, pero casi, me invitó a tomar algo (sí, me tuvo que invitar, la cosa no es que esté para tirar cohetes). Decidimos por el camino ir a un sitio, que por supuesto no voy a decir el nombre, para tomar unas cervezas y unas tapas, lógicamente en la terraza del susodicho lugar. Y este último punto es importante, en la terraza y no dentro, porque sabemos cómo se las gasta ese lugar del demonio (coño, otra palabra para tomarse la literalidad por bandera). Cuando llegamos, estaba a reventar, personas en los polletes de las ventanas del lugar con sus jarritas bebiendo, de pie, etc. Nosotros estabamos decididos a hacer lo mismo; pero parece que la cosa estaba más apretada que otros días y no había sitio ni siquiera para ponerse en uno de esos improvisados polletes que servían de mesa. Decidimos entrar dentro... ERROR de los gordos, porque estar dentro de ese bar es freírse (acuérdense de la literalidad de los términos eh), ventiladores posicionados, que no hacen nada, ni siquieran mueven el aire, el calor de la cocina susurrándo a nuestros cogotes, la gente apilada respirando, hablando, riendo, viviendo... hace de que el ambiente sea un verdadero caos (ni Dante oiga). De ahí lo contradictorio que pueda parecer el mensaje o la exposición, pues coño, salirse de ahí corriendo y buscad otro sitio, pero no, las ganas de comer algo, de sentarse y comer, de no buscar nada más, terminó reinando. La cuestión es que las cervezas, al menos las jarras, estaban ardiendo, con lo que la cerveza se calentó ipso-facto al servirlas y eso sí toca un poquitín los cojones. Claro y los caretos de la gente al entrar, un poema, todos con la misma expresión, morrillos inflados y soplando por la boca. ¿Nuestros caretos? Pues momias durante todo el tiempo que duramos allí, después, cuando salimos, parecía invierno. No se puede decir que una vez y no más Santo Tomás, puesto que fue la segunda, pero a la tercera no me pillan más, aunque me inviten diantres...

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